El Conjuro 4 divide a la audiencia entre el terror y la duda

El 4 de setiembre llega a los cines El Conjuro 4: Últimos Ritos, la más reciente entrega de la exitosa franquicia de terror. La película se centra en el famoso caso de la familia Smurl, quienes vivieron aterradoras experiencias paranormales y recurrieron a Ed y Lorraine Warren para enfrentarlas. El filme promete ser un cierre para la pareja de investigadores, aunque no todos coinciden en que lo logre plenamente.

La historia muestra cómo los Warren, retirados desde 1986, se ven obligados a volver a la acción por la desesperada situación de los Smurl. El guion combina el dramatismo familiar con el suspenso sobrenatural, ofreciendo una visión más íntima de los Warren. Esta aproximación busca humanizar a los protagonistas, pero también implica sacrificar parte de la intensidad que el público espera de una cinta de terror.

En cuanto al aspecto visual y sonoro, la película logra transmitir tensión a través de una ambientación oscura, juegos de sombras y una banda sonora efectiva. Los sustos, aunque dosificados, cumplen con su función de sorprender al espectador. La representación paulatina de las entidades que acechan a los Smurl también destaca por su diseño aterrador y su presencia imponente en pantalla.

Sin embargo, el ritmo se ve afectado por la atención dedicada a la vida personal y familiar de los Warren. Para algunos, estas escenas aportan profundidad emocional, mientras que para otros restan fuerza al desarrollo central del conflicto con los espíritus. Esa dualidad hace que la experiencia oscile entre momentos de gran impacto y otros que resultan más pausados de lo esperado.

El Conjuro 4 se ubica en un punto intermedio dentro de la saga: recupera un terror más elegante y atmosférico, pero deja dudas sobre si realmente cierra con contundencia la historia de los Warren. La película funciona como homenaje a su trayectoria, aunque no termina de entregar la intensidad que muchos seguidores anticipaban para este desenlace.

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