Drácula resucita en cines con un rostro inesperado
Luc Besson transforma al vampiro más célebre en un monstruo sensible, desgarrado por un amor imposible y eterno
CINE
Un mito que parecía inmutable ha vuelto a sacudir la gran pantalla. “Drácula” (2025), dirigida por Luc Besson y estrenada en cines el pasado jueves 21 de agosto, no solo revisita la novela de Bram Stoker, sino que la reinventa con un giro tan inesperado como perturbador. La figura del vampiro deja de ser únicamente terror y oscuridad para convertirse en un espejo de la fragilidad humana.
La historia, fiel a la esencia trágica del mito, inicia en el siglo XV con el príncipe Vlad maldiciendo a Dios tras perder a su esposa. Esa condena lo arrastra a través de los siglos hasta el París del siglo XIX, donde ve en Mina la reencarnación de su amor perdido, Elisabeta. Desde ese momento, comienza una persecución implacable que mezcla horror, pasión y un romanticismo sombrío capaz de atrapar a nuevas generaciones en una épica historia de amor que desafía al tiempo.


El actor Caleb Landry Jones encarna a un Drácula monstruoso pero desgarrado, que sufre y ama con una intensidad que desborda los límites. Su interpretación convierte al vampiro en un ser incómodo, cercano, vulnerable y feroz a la vez. Christoph Waltz acompaña con su habitual maestría, aunque su papel resulta breve y sorprendentemente desaprovechado, algo que los espectadores más atentos notarán de inmediato.
Visualmente, la película deslumbra. El vestuario, la música y la fotografía logran un espectáculo hipnótico que transporta al espectador desde una Transilvania medieval sumida en tinieblas hasta un París vibrante y lleno de contrastes. Se nota la ambición de la producción al recrear dos épocas distintas con una precisión casi obsesiva, diseñada para sumergir al público en un viaje sensorial.

Pese a sus excesos en lo fantástico, que por momentos bordean lo caricaturesco, la apuesta de Besson logra mantenerse firme: mostrar al vampiro más célebre como un ser condenado a amar para siempre. El resultado es un Drácula que fascina, incomoda y emociona, un monstruo que se niega a morir porque su corazón, aunque maldito, sigue latiendo más fuerte que nunca.

